El presupuesto, como estimación por parte del profesional de los trabajos previstos, se considera desde el punto de vista jurídico como una oferta de contrato. El presupuesto sólo es vinculante para el cliente desde el momento en que manifiesta su voluntad de que se realice el trabajo.
Su función principal es indicar el precio de un servicio antes de que el cliente se comprometa formalmente. El presupuesto está estructurado como una factura, con una lista de servicios y sus precios. Esto permite que el cliente y el profesional se pongan de acuerdo sobre el servicio.
Valor legal
El presupuesto es sólo una oferta, y mientras no se firme, este documento no está sujeto a ninguna legislación. En cuanto al cliente, tiene la opción de firmar el documento o no. Si acepta la oferta, se compromete a pagar el servicio en cuanto lo firme con las palabras «Bueno para el acuerdo» o «Bueno para el trabajo». Acepta los precios indicados. Si se niega a firmar, el presupuesto queda anulado. En cambio, un presupuesto firmado se considera un acuerdo entre las partes. En general, se acepta que la diferencia entre el presupuesto y la factura no debe superar el 10%, salvo en casos excepcionales.
Presupuesto o contrato: ¿cuál es la diferencia?
Aunque tengan el mismo valor en términos de compromiso de las partes, un presupuesto no contiene tanta información como un contrato. Sólo incluye los términos esenciales de la transacción, sin detallar las condiciones de ejecución. Por lo tanto, desde el punto de vista jurídico, un presupuesto es menos seguro que un contrato en debida forma. Por ello, tras un presupuesto, es aconsejable redactar un contrato para definir y cubrir todos los términos del servicio y evitar así posibles litigios.
¿Es obligatorio un presupuesto?
Todo depende de la transacción. Siempre que se informe al cliente del precio del servicio, la hora y la fecha de ejecución, y otras condiciones esenciales, el presupuesto puede seguir siendo opcional.